Era un sabio que sabía de todo de una sola cosa, por ese principio nunca se equivocaba.
-He aquí el verdadero saber, -clamaba siempre entre la sorda multitud.
Sin embargo, sus cientos de seguidores preferían ser felices con su ignorancia que con el saber prodigado por el sabio.
Mas él, ante la indiferencia, volvió y exclamó con sabiduría:
-Todo lo que se ignora, se desprecia.
Desde entonces los ignorantes en silencio -porque el silencio es propio de los eruditos- decidieron abandonarlo.©