Aquel atardecer caminé por senderos
cubiertos de vetustas hojas hasta terminar sobre el pavimento inerte e indiferente. Luego,
recorrí una calle vacía y pisé las huellas de transeúntes inexistentes. Sólo mi
andar errático estaba motivado por un recuerdo cuando ese día le alcancé a
decir: "Quieta ahí, tus labios o la vida". ©GuillermoCastillo.
23 de enero de 2016
ESCLAVITUD
Espera encerrado en el silencio
de su casa de ventanas polvorientas. Sentado, con los hombros caídos y tensos.
Los brazos apenas le sirven de sostén.
«Olvidé que es tener tranquilidad»,
—pensó, mientras suspiraba— «Todo intento fue inútil» —se reprochó.
Se esfuerza por recuperar la
calma. Recuerda que un guía espiritual de televisión, le recomendó escribir las
cosas buenas en una hoja de papel escarlata.
La intranquilidad vuelve a apoderarse
de él.
Llaman a la puerta.
Mira a través de la cortina.
Su pulso lo precipita a abrir.
Escucha una voz áspera:
—¡Su extracto bancario! ©GuillermoCastillo.
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