14 de noviembre de 2011

CARTAS AMARILLAS



¿QUÉ HACES SEÑORA?
Milán, 17 de noviembre de 1796
Llego a Milán, corro dejando todo para verte, para tenerte entre mis brazos… y no estás. Vas de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta; te escapas entre las sombras cuando voy a llegar. No te quiero en absoluto; al contrario, te detesto. Eres una Cenicienta, malcriada, torpe, tonta. No corras, ya es muy tarde, el reloj ha dado su última campanada; sigue degustando los placeres; la felicidad se hizo para ti. Te lo advierto: una noche de estas, se derrumbaran las puertas y allí estaré yo.
Bonaparte.
LA VERDAD 
Dilecto amigo:

Me obligo a confesarte que no amo al emperador; no obstante, me casaré con él así el notario con franqueza ilimitada, me haya recomendado no hacerlo; pues lo haría con un general pobre y sin futuro que no tiene que aportar al matrimonio más que su equipo militar.
Rosa

Estas líneas te las envía tu esposa Penélope a ti, Ulises, que tanto tardas. No sea que visitas a Helena o acaso asedias a Calipso olvidándote de mi cuerpo. Ya sé que la patria necesita de sacrificios, pero no los asumas para servirte de ellas. 

15 de diciembre de 1781
 
Queridísimo padre:
 
¡Casarme! ¡Te alarma la idea? Déjame decirte mis razones, que son poderosas: Primero, tengo demasiados principios religiosos; segundo, demasiado respeto por el prójimo y sentido de honor como para seducir a una inocente muchacha y, tercero, mucho aprecio por mi salud, como para ir persiguiendo chiquillas de vida alegre, que no estarían exentas  de recibir unas buenas palmadas en sus adorables y besables traseros. Si lo primero llegase a ocurrir no te lo habría ocultado, pues es natural que el hombre yerre.
Wolfgang
Verano de 1543

Querido hijo:
Os ruego y encargo mucho que, luego que habríais consumado el matrimonio, no tornéis tan presto a tocar a otra mujer que no sea la vuestra, porque sería el mayor pecado y mal ejemplo para la juventud de este reino.  
Carlos V


Doctora Corazón:

Soy una dama de cierta edad que no sabe si seguir con su esposo o cambiar de amante. Pido su consejo pues tengo plantados a mi lado y al frente dos árboles con los mismos frutos y con las mismas propiedades. ¿Usted me entiende, verdad? Es por eso que acuso a los hombres de buscar siempre lo mismo cuando una está sola o en las circunstancias en que me encuentro.

En espera de su amble respuesta.

Moni k
Señor  Alférez
Don  Ángel González

Muy señor mío:

La imperiosa ley de la necesidad me obliga a dar paso contrario a mis sentimientos. La compañía de ángeles es buena para ir al cielo; pero no para ir a un castillo cargado de cadenas y de grillos. Esta razón me impele a separarme de su buena compañía.
Antonio Nariño
( Periodista, político y militar neogranadino de destacada
actuación en los albores de la independencia)




LAS AVENTURAS DEL JOVEN WHERTHER
Libro primero, 1,17

13 de julio.

No, no estoy engañado. Leo en sus ojos negros un sincero interés por mí...
¡Cómo me adoro a mí mismo desde que me ama!

21 de agosto.

En vano tiendo a ella mis brazos por la mañana, cuando de un feliz e inocente sueño me engaña haciéndome creer que estoy sentado junto a ella y me cubre de besos.

3 de septiembre.

Catorce días hace que revuelvo en mi imaginación la idea de dejarla...

1772

29 de julio.

Por todo el cuerpo me corre un escalofrío, cuando Alberto (su marido) la coge por el esbelto talle.

Debo visitar con suma urgencia al doctor Freud.©

COMUNÍQUESE Y CÚMPLASE
Hallando atentos los autos y méritos de este proceso, que por culpa que de él resulta contra el dicho Gil Díaz Pimienta, le debemos condenar y condenamos a que de la cárcel y prisión en que está sea sacado y llevado por las calles públicas de esta ciudad en la forma acostumbrada, con voz de pregonero y verdugo, que manifieste su delito, y en una horca que será hecha en la plaza de esta ciudad sea ahorcado, de manera que muera así naturalmente en ejecución de dicha sentencia. Yo, escribano de cámara, doy fe de que así perderá el cielo y bajará como rayo a mi reino, el mismo infierno.©

South Harvey, Michigan 28 de mayo de 1932 

Querida Yetta:

Sé que esta carta será inesperada, menos inesperada por supuesto que mi marcha improvisada, pero inesperada. Ni siquiera yo la había previsto. Solo tuve tiempo de coger unas hojas de papel. Los acontecimientos del día me han dejado la mente agitada, pero aprovecho la oportunidad para escribirte, Yetta, para decirte algo que durante semanas se ha estado congregando y fermentando en mi pecho, algo que ha estado hirviendo y bullendo en mi interior, sin encontrar una expresión espontánea. Es algo, Yetta, que, más a causa de la incertidumbre y la cobardía que de cualquier otra cosa, no he conseguido mencionar delante de ti. Cierto, soy un cobarde confeso. Todos somos cobardes intrínsecamente, pero la justificación de la cobardía reside en la confesión.

Ahora está oscuro y el viento solitario hace que los árboles susurren y silben suavemente. En algún lugar de la noche un pájaro grita al viento. El campo duerme. Las olas se alzan iracundas ante la casa, no pueden alcanzarla, gruñen y se retiran. Por encima de mí, la luz se mueve hacia delante y detrás, delante y detrás. Produce sombras en el papel, en mi cara. Estoy pensando, pensando, Yetta, vagando en la noche, en el infinito, y todos mis pensamientos tratan de ti. Pero mis pensamientos sobre ti no son totalmente amables, pican, atacan. ¿O debemos ir al grano?

Pensarás, quizá: "Vendedor de palabras". Últimamente ha habido una perceptible desavenencia entre nosotros. Tenlo en cuenta: El hombre siempre intenta justificar sus actos. Ser un recluso es una justificación de lo errado de un acierto. Durante varias semanas con una cínica inclinación del labio y una mirada cansada sobre un mundo sórdido, yo, el joven idealista, rendiré mis congojas y mi corazón a los pies de Pearl. Si los desdeña, me iré a casa, escribiré poesía desgarradora y tocaré el violín. Si no, caeré en una letárgica satisfacción que solo durará mientras el amor dure. Porque el amor idiotiza.
Saul Bellow

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