4 de noviembre de 2017

DE LAS HERRAMIENTAS O RECURSOS


Hace poco comenté aquí haber recibido el manual de escritura creativa de Manu Espada. Desde hoy, experimentaré con cada propuesta suya y con textos de mi propia autoría. Ustedes amables seguidores tienen la palabra.  Veamos:

Herramienta: La inversión.

Recurso que consiste en versionar textos conocidos y reconocidos cuya estructura, planteamiento, nudo y desenlace le damos la vuelta, es decir, contamos al revés.

De mi libro en edición "La eternidad del instante".

Texto 1
Por aquí también pasa la muerte a todo galope 
Los dos hombres se agolparon bajo las ramas de un árbol endeble cerca de la casa principal. Los pocos metros de sombra que los separa de la casona parecen un oasis a esa hora. Sin pensarlo ingresan a la sala, donde don Floro los espera sentado en su silla de cuero curtido de becerro.
—Este infierno acíclico estaba anunciado y no hicimos nada. —Resonó la voz con tufillo a aguardiente de uno de los recién llegados.
—Todo Casanare es un océano de arcilla avanzando con rastros de lo que hace unos meses eran ríos, quebradas y lagunas, —agregó el otro en el que se adivina cierta resignación al tirar el sombrero a un lado.
Ellos mismos, habían bajado a la llanura y caminaron por esos ríos desiertos como si fueran carreteras, donde ahora, el ganado camina de un lado para otro, andan, como si nada en medio de cuerpos y huesos que deshizo el calor.
Don Floro no dice nada, porque el sol en su bravura lo resecó y a sus dos famélicos perros los ahogó la sed.©Guillermo A. Castillo.
* * *

Texto 2
Por aquí también pasa la muerte a todo galope

Don Floro no dice nada, porque el sol en su bravura lo resecó y a sus dos famélicos perros los ahogó la sed.
Ellos mismos, habían bajado a la llanura y caminaron por esos ríos desiertos como si fueran carreteras, donde ahora, el ganado camina de un lado para otro. Andan, como si nada en medio de cuerpos y huesos que deshizo el calor.
—Todo Casanare es un océano de arcilla avanzando con rastros de lo que hace unos meses eran ríos, quebradas y lagunas, —agregó el otro en el que se adivina cierta resignación al tirar el sombrero a un lado.
—Este infierno acíclico estaba anunciado y no hicimos nada. —Resonó la voz con tufillo a aguardiente de uno de los recién llegados.
Sin pensarlo ingresan a la sala, donde don Floro los espera sentado en su silla de cuero curtido de becerro.
Los dos hombres se agolpan bajo las ramas de un árbol endeble cerca de la casa principal. Los pocos metros de sombra que los separa de la casona parecen un oasis a esa hora.©Guillermo A. Castillo.


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