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Quería huir, pero estaba
atrapada. Quería irme lejos, a regiones donde las hojas tiemblan sobre el marjal
de los sueños que lo inundan todo. Esa voz me decía «Por muy lejos que te
vayas, nunca conseguirás huir de ti misma». Y era verdad, porque era parte de
un juego que tenía de aventurado el enfrentarme al enigma de ser yo misma. Ese misterio,
como en el sueño de la mujer del pescador, estaba contenido en un fuego que me rodeaba
toda, cuánto estremecimiento comprometido.
Deseada escapar, pero quería
estar bajo ese influjo suyo en cada nuevo sueño o, en la continuación del mismo
sueño. Abría los ojos y ya estaba pensando en ella. Y así los cerrara, su voz
venía tardía y lejana, aunque, sin darme cuenta, siempre estuvo ahí detrás.
Todo era inútil. A veces me descubría dibujándola en un papel. Estaba en eso,
cuando me dijo por fin «Tómame, y encuentra de una buena vez el sentido de
perder el miedo a quien por incongruencia tuya te quiere seducir.
Empecé por el principio, por la
primera palabra de mis ocultas sensaciones o por el bosquejo de mis alucinaciones.
Era ella la que me soñaba y me tenía entre sus tentáculos.©Guillermo Arnul Castillo.