17 de noviembre de 2018

Borrasca II

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Quería huir, pero estaba atrapada. Quería irme lejos, a regiones donde las hojas tiemblan sobre el marjal de los sueños que lo inundan todo. Esa voz me decía «Por muy lejos que te vayas, nunca conseguirás huir de ti misma». Y era verdad, porque era parte de un juego que tenía de aventurado el enfrentarme al enigma de ser yo misma. Ese misterio, como en el sueño de la mujer del pescador, estaba contenido en un fuego que me rodeaba toda, cuánto estremecimiento comprometido.
Deseada escapar, pero quería estar bajo ese influjo suyo en cada nuevo sueño o, en la continuación del mismo sueño. Abría los ojos y ya estaba pensando en ella. Y así los cerrara, su voz venía tardía y lejana, aunque, sin darme cuenta, siempre estuvo ahí detrás. Todo era inútil. A veces me descubría dibujándola en un papel. Estaba en eso, cuando me dijo por fin «Tómame, y encuentra de una buena vez el sentido de perder el miedo a quien por incongruencia tuya te quiere seducir.
Empecé por el principio, por la primera palabra de mis ocultas sensaciones o por el bosquejo de mis alucinaciones. Era ella la que me soñaba y me tenía entre sus tentáculos.©Guillermo Arnul Castillo.

6 comentarios:

  1. me gusta como cambia la historia al final. EL amor y la obsesión bien entendida es así. Saludos.

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    Respuestas
    1. Hola, me produce mucha satisfacción tu comentario. Bienvenido.
      Saludo colombiano.

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  2. Ese final es broche de oro de un texto impecable. Me haces recordar un texto mío, de hace muy pocos días. En busca de un guión, mi relato de un momento puntual, donde una mujer se enreda con los sueños que quiso seguir.

    Un abrazo grande, Guillermo, que atraviesa el océano azul de las distancias.

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  3. ¡Hola Mary!
    Eres muy generosa con tu comentario. Ya sabes, busco hacer de este medio lo mejor. Claro, con comentarios tan amable y acertados como los que van apareciendo, es fácil lograrlo.
    Que estos brazos tendidos alcancen para atravesar las azules distancias.

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  4. Siempre hay alguien que, de una manera u otra, interfiere con nuestros designios, para bien o para mal, no se lo reconoce hasta que ya es demasiado tarde.

    Saludos,

    J.

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  5. Don José, muchas veces de las palabras que teníamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde.
    Saludos.

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