14 de septiembre de 2013

PURO, PURO...



La vieja apurada por un tabaco de medio lado en la boca me dijo que con ese “Puro, puro, yo te conjuro...” la tendría a mis pies. Me aseguró, una y otra vez, que abandonaría al hijueputa de su marido, que llegaría rogándome para que me la llevara a vivir conmigo. Me dijo que me mantendría como un rey, que a su lado todo sería derroche y confort. En todo acertó. Lo que nunca me reveló, la color de humo esa, es que después de tanto tiempo a su lado, me acabaría aburriendo de vivir bueno, de sus invariables antojos; que me cansaría de sus llamaditos con el dedo índice y terminaría asqueado de sus rondas de vieja en celo. Envidio la suerte de mi hermano que esboza una sonrisa cuando me ve, porque sabe que me ganó sin artimañas.©

Óleo, Marcelo Gabella

CERTEZAS

Se encontraron en la taberna y bebieron algunas cervezas. Caminaron después por la ciudad vacía, intercambiaron miradas y cogiditas de manos enamoradas. Sin proponérselo, llegaron a un cuarto de alquiler y se desnudaron, pero no se atrevieron a hacer el amor porque hay historias en las que los personajes no son felices y eso sería complicarlo todo.©

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