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Por las calles del barrio, el
malandro se pasea con su mirada vidriosa. Lleva en los bolsillos de su abatido pantalón
la vida y la muerte como poca cosa. Con fe ciega en la trampa, siempre alardea en la esquina; mas cuando
ven venir al sobrado arrogante, las flores que cubren el camino, se doblegan ante
los equilibrios y acrobacias de su puntual escupitajo.©2015.