(Fragmento)
El autor noruego, aclamado por su saga Mi lucha, fue invitado a hablar sobre sus pasajes favoritos de la literatura. Escogió la historia bíblica de Caín y Abel y la relacionó con su extensa obra autobiográfica. Acá un extracto en primera persona.
Joe Fassler/ The Atlantic
Oí por primera vez la historia de Caín y Abel en la escuela, a los 7 u 8 años. El profesor la contó en clases y me causó una gran impresión. Más tarde volví a ella, cuando estaba escribiendo una novela (Un tiempo para todo) que se enmarca en la Biblia, por decirlo de algún modo, y releí todas esas historias de nuevo. Estaba impresionado por lo minúscula que era, solo unas 12 líneas o algo así. Resultaba hasta un poco chocante que una historia tan pequeña tuviera ese impacto y se hubiese convertido en una gran historia sobre asesinato, violencia, envidia, hermanos… tantos temas inmensos dentro de nuestra cultura.
Yo necesito 300 ó 400 páginas para decir algo significativo. Necesito espacio para expresar verdades simples y banales. No tengo la habilidad de expresarlas sin ese espacio, y una novela es para mí la manera de construir dicho espacio. Pero Caín y Abel siempre me sorprende en el sentido de que se las arregla para ser extremadamente poderosa y extremadamente breve.
En cierta forma, esa concisión es típica del Antiguo Testamento. Si miras otros textos importantes, por ejemplo, La Odisea, a menudo es diferente. La Odisea es súper dispersa y muy larga, y es una forma totalmente diferente de contar historias. Uno también halla esas formas más dispersas y extensas en la Biblia, pero no en este tipo de historias. En la Biblia, si algo es importante, es muy breve. Si no es importante, es muy extenso. Esa es la regla en casi todos los textos.
La simpleza y la complejidad en la simpleza. Es insondable. Estos son textos escritos hace miles de años y siguen generando diferentes tipos de visiones sobre ellos. El texto es tan rico y complejo, que uno puede tomar un elemento y analizarlo, y descubrir que expresa algo profundamente cierto. Puede admitir todo tipo de interpretaciones, dependiendo de la manera en que vives o dónde vives o quién eres.
Por ejemplo, me interesó mucho cómo es descrita en el texto la forma de mirar. Jehová miró hacia abajo a Abel en lugar de Caín y ahí es cuando empiezan los celos. Como resultado, el rostro de Caín baja: otra forma de mirar hacia abajo. Jehová entonces les dice: “Alza la mirada, porque si no alzas la mirada, el demonio reptará hasta tu puerta”. Interpreto eso como la obligación de mirar de frente a los demás. Mirar hacia abajo es no observar a tu comunidad -es estar solo, existir fuera de la sociedad- y, como vemos en esta historia, eso es peligroso. Hablé de ello cuando escribí sobre los asesinatos en Oslo y Utøya hace tres años. El (el asesino múltiple Anders Behring Breivik) bajó la mirada. Y si hubiese planificado esta masacre con alguien más, lo podrían haber parado. El solamente pudo hacerlo porque estaba solo.
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