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Me temblaron las manos cuando leí en aquel semanario: “En un apartado baldío fue hallada una mujer semidesnuda e incinerada. Según las primeras indagaciones del F2 se cree que la víctima después de ser asesinada, fue incinerada para eliminar posibles huellas que posibilitaran su identificación al dejar su cuerpo irreconocible o expiar la culpa del asesinato”.
Tan solo un lunar, que sobresalía cercano al labio superior, era la única estrella bordada de su destino.
©Guillermo A. Castillo