En
medio de la golpiza que le estaban propinando a González, salió a relucir un
arma. Los tres hombres, trenzados en el suelo, se quedaron quietos cuando un
nítido disparo sonó por encima de la
música que ambientaba la noche. Todo se detuvo, mientras se definía cuál de los
cuatro balazos que sonaron atinó a los discos de la vieja rockola. ©
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Es lo malo de verse envuelto en esos fregados con armas que nunca sabes dónde pueden ir a clavarse las balas, menos mal que esta vez hubo suerte, para Gozález, digo.
ResponderBorrarSaludos desde Tenerife-Canarias-España, me gustan los relatos cortos pero intensos, sigo leyendo lo que por aquí nos ofreces y te prometo no disparar al escritor.
Te invito a mi espaci cuando gustes.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarGloria: Tenerla por aquí es un privilegio, y si de paso dejas un comentario de lectura, es muy motivante. desde luego, haré lo propio en el suyo.
ResponderBorrarSaludos.
¿A qué llamas un gofio?
Guiller:
ResponderBorrarQuedó excelente. Me recordó a esas películas mexicanas o también las de vaqueros.
Va un abrazo.