10 de diciembre de 2018

¡PROPÓSITO CUMPLIDO!


LA JOVEN VIUDA

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A una tía, in memoriam

Al pasar cerca de la quebrada vi a una mujer que nunca había visto entre las zarzas de aquellas resecas lomas. Aquella visión a las nueve de la mañana, no era lo que me confundía, sino la mujer, que a medida que avanzaba, por momento se alzaba y descendía ante mi vista cuando yo, a esa hora, venía del caserío.

En el colmo de mi extrañeza permanecí un buen rato fijo y ajeno a la presencia del caballo de crines largas que en silencio me seguía trayendo sobre su lomo la pesada remesa de la semana. Ambos seguimos con la mirada a la mujer que iba en dirección al estrecho afluente que se estira perezoso entre los sedientos arbustos. La desconocida una vez llegó a la orilla se quitó parte de sus ropas que, por una ráfaga de viento, quisieron liberarse de aquel cuerpo moreno. ¿Cómo era?  Era una mujer de regular estatura, ni muy alta ni muy baja y de ágil andar. Así me pareció verla en medio de la enceguecedora luz de la mañana. No, no supe si seguir mi camino o quedarme espiando a aquella mujer que iba tarareando una tonada camino a la quebrada. ¿Qué cantaba? Me hacen daño tus ojos, me hacen daño tus manos, me hacen daño tus labios, que saben fingir… ¿Qué hice? Decidí seguirla dejando al caballo que mordisqueara las secas hierbas que demarcaban aquel camino. ¿Qué pensé que pasaría? Cómo saberlo si nunca he podido saber qué será lo que el destino me tiene guardado. En realidad no encuentro la forma de contestar. ¿Ella me vio? No lo dudo. ¿Qué hizo ella? Siguió como si nada, inmersa en aquel cantar haciendo más llano mi caminar.

¿Y yo qué hice? Vi a la mujer escudriñar primero la única fuente de agua que recorre a Cerro Rico. Ella escogió el charco más profundo y se quedó de pie dentro de él, mientras cogía por los extremos el blanco fondo que llevaba adornado con delicados encajes. Cuando estuve cerca, desde un pequeño claro la pude observar mejor. ¿Qué si desnuda? No, no se desnudó para bañarse. ¿Entonces?  Pues al sentirse observada soltó de forma involuntaria los extremos de su prenda para que no se le fuera a mojar, pero de forma graciosa se le hinchó antes de sumergirse en las cristalinas aguas. Así reaccionara con prestancia fue difícil que yo siguiera oculto y por inflexible que hubiera reaccionado, ella nada podía hacer. Pues había decidido que sería mi mujer, así fuera mujer ajena. ¿Qué si lo era? No lo sabía. Solo estaba prendado de su figura que se refugiaba bajo la sombra de los caimos morados y amarillos. ¿Qué hizo ella? Creo que ya lo dije. Me sonrió, aunque mi oído no percibió sus palabras porque en ese momento el resoplido de mi caballo me recordó que todavía nos faltaba un largo trecho por cubrir bajo los rayos del sol que se entremezclaban con los arbustos marchitos, deshojados y secos.

Fue entonces cuando bajo ese sol picante y el sonido de las lejanas cigarras, me metí a la quebrada envuelto en el misterio que aquella joven representaba bajo la difusa oscuridad del día. ¿Qué me aconteció? Desde ese momento la amé. ¿Qué si se lo dije? Yo di aquel paso y el destino tuvo nombre propio: Rosa María. ©Guillermo A. Castillo.

9 de diciembre de 2018

LES NÉCESSITEUX


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Son una familia de extracto dos que viven en Traquetolandia, el barrio, es lo que dejó el nefasto esplendor del narcotráfico local. Las razones no faltan. Él, un empleado público en carrera administrativa, en cambio ella trabaja en casa contestando encuestas web. Tienen una sola hija; la parejita terminó en misión imposible para los dos. Una tarde dominical en que el hastío bosteza, se sentaron a ver por enésima vez la serie del joven aprendiz de magia y hechicería Harry Potter. De repente, en los últimos segundos de un anuncio comercial, el contenido deshidratado de una sopa instantánea se comenzó a vaciar a través de la pantalla plana del televisor de cincuenta y cinco pulgadas y llenó la estrecha sala del apartamento. Aquel producto industrial, pensado para sustituir las sopas tradicionales, fue objeto de gestos de total desconcierto familiar. Poco a poco el torrente invasor de pollo con fideos se hizo apremiante y obligó al hombre a realizar un esfuerzo, más allá de su capacidad, para bajarle el volumen al aparato receptor. Sin comprender nada, se apresuraron a comprobar si era cierta la gran cantidad del inexpugnable y embalado producto. En principio consideraron que se trataba de una agresiva forma de publicidad virtual, de incontenible tecnología en consonancia con los intereses y necesidades del consumidor actual.

Como puede, la mujer va hasta la puerta del apartamento y ve a doña Elubia regar sus geranios, pero no se atreve a decirle nada a la anciana a la que le es indiferente que la estén siempre mirando. Alicia, de nuevo mira a la dueña del apartamento contiguo que ha esa hora del día todavía tiene puesta la batola puesta y los rulos hechos con el tubo del papel higiénico en la cabeza. No nota nada extraño mientras ella sigue rociando sus matas. Sabiendo lo lenguaraz que es, confirman que nada inusual sucede. Ahora es él quien intenta averiguarlo todo. Llama por teléfono y pregunta por la hora de la transmisión del partido en televisión por cable. Una voz femenina le responde que Manuelito está en el Azcárate Martínez, y que está hablando con Nereida, la esposa. Ah bueno, pensé que lo estaba viendo por televisión. Cuelga. Nada anormal notó en la voz de la señora. Deciden entonces no contar nada. La nena se ha quedado dormida. Entonces resuelven que lo mejor que pueden hacer es sacarle provecho a la situación. Del televisor, extraen todos aquellos productos de primera necesidad: comida, ropa, calzado, productos de aseo personal, joyas, vinos, lácteos, medicamentos, víveres… Claro que pensándolo bien, a veces corren el riesgo de ser asaltados como el día de se vieron en eminente peligro, y tuvieron que llamar al 1-2-3 para que los escuadrones del orden público acordonaran el pequeño edificio por el asedio de miles de necesitados.©Guillermo A. Castillo.

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