15 de diciembre de 2018
10 de diciembre de 2018
LA JOVEN VIUDA
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A una tía, in memoriam
Al pasar cerca de la quebrada
vi a una mujer que nunca había visto entre las zarzas de aquellas resecas
lomas. Aquella visión a las nueve de la mañana, no era lo que me confundía,
sino la mujer, que a medida que avanzaba, por momento se alzaba y descendía
ante mi vista cuando yo, a esa hora, venía del caserío.
En el colmo de mi extrañeza
permanecí un buen rato fijo y ajeno a la presencia del caballo de crines largas
que en silencio me seguía trayendo sobre su lomo la pesada remesa de la semana.
Ambos seguimos con la mirada a la mujer que iba en dirección al estrecho
afluente que se estira perezoso entre los sedientos arbustos. La desconocida
una vez llegó a la orilla se quitó parte de sus ropas que, por una ráfaga de
viento, quisieron liberarse de aquel cuerpo moreno. ¿Cómo era? Era una mujer de regular estatura, ni muy
alta ni muy baja y de ágil andar. Así me pareció verla en medio de la
enceguecedora luz de la mañana. No, no supe si seguir mi camino o quedarme
espiando a aquella mujer que iba tarareando una tonada camino a la quebrada.
¿Qué cantaba? Me hacen daño tus ojos, me hacen daño tus manos, me hacen daño
tus labios, que saben fingir… ¿Qué hice? Decidí seguirla dejando al caballo que
mordisqueara las secas hierbas que demarcaban aquel camino. ¿Qué pensé que
pasaría? Cómo saberlo si nunca he podido saber qué será lo que el destino me tiene
guardado. En realidad no encuentro la forma de contestar. ¿Ella me vio? No lo
dudo. ¿Qué hizo ella? Siguió como si nada, inmersa en aquel cantar haciendo más
llano mi caminar.
¿Y yo qué hice? Vi a la mujer
escudriñar primero la única fuente de agua que recorre a Cerro Rico. Ella
escogió el charco más profundo y se quedó de pie dentro de él, mientras cogía
por los extremos el blanco fondo que llevaba adornado con delicados encajes.
Cuando estuve cerca, desde un pequeño claro la pude observar mejor. ¿Qué si
desnuda? No, no se desnudó para bañarse. ¿Entonces? Pues al sentirse observada soltó de forma
involuntaria los extremos de su prenda para que no se le fuera a mojar, pero de
forma graciosa se le hinchó antes de sumergirse en las cristalinas aguas. Así
reaccionara con prestancia fue difícil que yo siguiera oculto y por inflexible
que hubiera reaccionado, ella nada podía hacer. Pues había decidido que sería
mi mujer, así fuera mujer ajena. ¿Qué si lo era? No lo sabía. Solo estaba
prendado de su figura que se refugiaba bajo la sombra de los caimos morados y
amarillos. ¿Qué hizo ella? Creo que ya lo dije. Me sonrió, aunque mi oído no
percibió sus palabras porque en ese momento el resoplido de mi caballo me
recordó que todavía nos faltaba un largo trecho por cubrir bajo los rayos del
sol que se entremezclaban con los arbustos marchitos, deshojados y secos.
Fue entonces cuando bajo ese
sol picante y el sonido de las lejanas cigarras, me metí a la quebrada envuelto
en el misterio que aquella joven representaba bajo la difusa oscuridad del día.
¿Qué me aconteció? Desde ese momento la amé. ¿Qué si se lo dije? Yo di aquel
paso y el destino tuvo nombre propio: Rosa María. ©Guillermo A. Castillo.
9 de diciembre de 2018
LES NÉCESSITEUX
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Son una familia de extracto dos
que viven en Traquetolandia, el barrio, es lo que dejó el nefasto esplendor del
narcotráfico local. Las razones no faltan. Él, un empleado público en carrera
administrativa, en cambio ella trabaja en casa contestando encuestas web.
Tienen una sola hija; la parejita terminó en misión imposible para los dos. Una
tarde dominical en que el hastío bosteza, se sentaron a ver por enésima vez la
serie del joven aprendiz de magia y hechicería Harry Potter. De repente, en los
últimos segundos de un anuncio comercial, el contenido deshidratado de una sopa
instantánea se comenzó a vaciar a través de la pantalla plana del televisor de
cincuenta y cinco pulgadas y llenó la estrecha sala del apartamento. Aquel producto
industrial, pensado para sustituir las sopas tradicionales, fue objeto de
gestos de total desconcierto familiar. Poco a poco el torrente invasor de pollo
con fideos se hizo apremiante y obligó al hombre a realizar un esfuerzo, más
allá de su capacidad, para bajarle el volumen al aparato receptor. Sin comprender
nada, se apresuraron a comprobar si era cierta la gran cantidad del
inexpugnable y embalado producto. En principio consideraron que se trataba de
una agresiva forma de publicidad virtual, de incontenible tecnología en
consonancia con los intereses y necesidades del consumidor actual.
Como puede, la mujer va hasta
la puerta del apartamento y ve a doña Elubia regar sus geranios, pero no se
atreve a decirle nada a la anciana a la que le es indiferente que la estén siempre
mirando. Alicia, de nuevo mira a la dueña del apartamento contiguo que ha esa
hora del día todavía tiene puesta la batola puesta y los rulos hechos con el tubo del
papel higiénico en la cabeza. No nota nada extraño mientras ella sigue rociando
sus matas. Sabiendo lo lenguaraz que es, confirman que nada inusual sucede.
Ahora es él quien intenta averiguarlo todo. Llama por teléfono y pregunta por
la hora de la transmisión del partido en televisión por cable. Una voz femenina
le responde que Manuelito está en el Azcárate Martínez, y que está hablando con
Nereida, la esposa. Ah bueno, pensé que lo estaba viendo por televisión. Cuelga.
Nada anormal notó en la voz de la señora. Deciden entonces no contar nada. La
nena se ha quedado dormida. Entonces resuelven que lo mejor que pueden hacer es
sacarle provecho a la situación. Del televisor, extraen todos aquellos
productos de primera necesidad: comida, ropa, calzado, productos de aseo
personal, joyas, vinos, lácteos, medicamentos, víveres… Claro que pensándolo
bien, a veces corren el riesgo de ser asaltados como el día de se vieron en
eminente peligro, y tuvieron que llamar al 1-2-3 para que los escuadrones del orden
público acordonaran el pequeño edificio por el asedio de miles de necesitados.©Guillermo A. Castillo.
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