Son una familia de extracto dos
que viven en Traquetolandia, el barrio, es lo que dejó el nefasto esplendor del
narcotráfico local. Las razones no faltan. Él, un empleado público en carrera
administrativa, en cambio ella trabaja en casa contestando encuestas web.
Tienen una sola hija; la parejita terminó en misión imposible para los dos. Una
tarde dominical en que el hastío bosteza, se sentaron a ver por enésima vez la
serie del joven aprendiz de magia y hechicería Harry Potter. De repente, en los
últimos segundos de un anuncio comercial, el contenido deshidratado de una sopa
instantánea se comenzó a vaciar a través de la pantalla plana del televisor de
cincuenta y cinco pulgadas y llenó la estrecha sala del apartamento. Aquel producto
industrial, pensado para sustituir las sopas tradicionales, fue objeto de
gestos de total desconcierto familiar. Poco a poco el torrente invasor de pollo
con fideos se hizo apremiante y obligó al hombre a realizar un esfuerzo, más
allá de su capacidad, para bajarle el volumen al aparato receptor. Sin comprender
nada, se apresuraron a comprobar si era cierta la gran cantidad del
inexpugnable y embalado producto. En principio consideraron que se trataba de
una agresiva forma de publicidad virtual, de incontenible tecnología en
consonancia con los intereses y necesidades del consumidor actual.
Como puede, la mujer va hasta
la puerta del apartamento y ve a doña Elubia regar sus geranios, pero no se
atreve a decirle nada a la anciana a la que le es indiferente que la estén siempre
mirando. Alicia, de nuevo mira a la dueña del apartamento contiguo que ha esa
hora del día todavía tiene puesta la batola puesta y los rulos hechos con el tubo del
papel higiénico en la cabeza. No nota nada extraño mientras ella sigue rociando
sus matas. Sabiendo lo lenguaraz que es, confirman que nada inusual sucede.
Ahora es él quien intenta averiguarlo todo. Llama por teléfono y pregunta por
la hora de la transmisión del partido en televisión por cable. Una voz femenina
le responde que Manuelito está en el Azcárate Martínez, y que está hablando con
Nereida, la esposa. Ah bueno, pensé que lo estaba viendo por televisión. Cuelga.
Nada anormal notó en la voz de la señora. Deciden entonces no contar nada. La
nena se ha quedado dormida. Entonces resuelven que lo mejor que pueden hacer es
sacarle provecho a la situación. Del televisor, extraen todos aquellos
productos de primera necesidad: comida, ropa, calzado, productos de aseo
personal, joyas, vinos, lácteos, medicamentos, víveres… Claro que pensándolo
bien, a veces corren el riesgo de ser asaltados como el día de se vieron en
eminente peligro, y tuvieron que llamar al 1-2-3 para que los escuadrones del orden
público acordonaran el pequeño edificio por el asedio de miles de necesitados.©Guillermo A. Castillo.
Pues sí, que ya no saben qué inventarse para las publicidades...
ResponderBorrarSaludos,
J.
Pues sí, entre más promocionan, más incautos caemos.
ResponderBorrarSaludos José desde esta tierra colombiana. Y gracias por tu comentario tan puntual.
La publicidad es como es, pero la has llevado a una magia onírica excelente.
ResponderBorrarUn abrazo grande, y por una semana preciosa
Creo estimada Albada que "En el mundo de la publicidad no existe la mentira, sólo convenientes exageraciones". Y así lo hemos escrito.
ResponderBorrarUn abrazo grande y muchos escrituras.