Al
levantarte, te dolerá la espalda después de escribir esta historia y tendrás
que ir a tu habitación a acostarte. Estarás despierto en la noche y volverán aquellos
recuerdos que te niegas a dejar, contemplarás las facciones de su rostro bajo
la luz de la luna mientras idearás un viaje de espacio y tiempo que te
conducirá desde tu cama hasta las tierras de Saúl. Cerrarás los ojos y, antes
de sucumbir, te verás a ti mismo a los diecinueve años, en especial, el día en
que te sentaste por primera vez junto a ella, sobre el andén del frente de su
casa para ver pasar las páginas del libro que no terminaron de leer un fin de
semana de todas las semanas. ®Guillermo A. Castillo
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