Al
levantarte, te dolerá la espalda después de escribir esta historia y tendrás
que ir a tu habitación a acostarte. Estarás despierto en la noche y volverán aquellos
recuerdos que te niegas a dejar, contemplarás las facciones de su rostro bajo
la luz de la luna mientras idearás un viaje de espacio y tiempo que te
conducirá desde tu cama hasta las tierras de Saúl. Cerrarás los ojos y, antes
de sucumbir, te verás a ti mismo a los diecinueve años, en especial, el día en
que te sentaste por primera vez junto a ella, sobre el andén del frente de su
casa para ver pasar las páginas del libro que no terminaron de leer un fin de
semana de todas las semanas. ®Guillermo A. Castillo
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Pensando en tus palabras recordé otras:"Los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que eres, las cosas que no quieres perder", pero se terminan perdiendo.
ResponderBorrarVaya un abrazo en tu búsqueda.
El onirismo que sobrevuela, entre la lectura y el sueño real. Interesante entrada, Guillermo. Quien ha de descansar tras la lectura interminable, es quien vuelve una y otra vez a ese fin de semana en el que fue feliz. No hacemos otra cosa. Regresamos a la infancia, a sus sabores, olores, asombro y gozo en la mirada una y otra vez. Nuestro paraíso perdido es la infancia. O el primer amor, como en tu texto
ResponderBorrarMuy bueno. Un abrazo grande desde España
Todos los caminos nos llevan a tener recuerdos. Ellos saben entrecruzarse con nosotros. Tal vez por eso, no los dejamos, porque al volver evitamos caer en el más absoluto de los olvidos. Recordar hace más dulce el placer de volver a encontrarse.
ResponderBorrarUn abrazo inicia su vuelo para posarse entre tu abrazo.
Esos recuerdos siempre presentes, día tras día.
ResponderBorrarUn abrazo desde Barcelona.
Recuerdos como el primer amor siempre ocuparán un lugar especial.
BorrarSaludos.
Podremos intentar olvidar, pero nuestro cuerpo siempre recuerda.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Así es. Una cosa quiere el cuerpo y otra la cabeza. Saludos.
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