3 de noviembre de 2018

MELANINA CON SAL

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Primero salió una muchacha de cuerpo escultural acompañada de una sonrisa brillante. Detrás suyo una joven agraciada. La mujer negra, como si nada, caminó con elegancia, sus nalgas redondas y firmes se acompasaban entre su corto pantalón rosado. Todo está en las caderas, dijo mi mujer. La otra, con rápidos movimientos de manos, se tanteaba las nalgas. ¿Cuáles nalgas, si no tiene?, agregó después. La joven blanca al presentir que era observada disimuló lo que hacía. Ambas siguieron bajo el calor de sus caderas, como una verdad recién revelada: la negra con sus trenzas colgantes y la blanca todavía buscando lo que no tenía en sus bluyines deshilachados. Seguimos con la mirada los pasos de la palmera al viento y de aquel oleaje con cierto mareo, mientras el sol se encargaba de esculpir aquellas nalgas ausentes al caminar sobre el concreto. Ambas entraron a una tienda alegres y muy abrazadas, sin importarles que el mirar es parte del acontecer de la ciudad, siempre llena de ventanas, puertas y muros que también saben contar. Las dos jóvenes por partida doble, surgieron de las sombras de los perjuicios encendiendo bengalas con sus cuerpos bajo el declive de luz del cielo.©Guillermo A. Castillo.

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