Como en todo cuento de hadas, fuiste la princesa, la más tierna y la más bella. No estuve en tu fiesta, fui cristal herido por la inesperada sombra. Pero no hay velo que pueda largo tiempo ocultar al amor donde lo hay; los celebramos a solas, luciste para mi aquel vestido de quinceañera la tarde de un domingo rutilante. Mis trémulos brazos abrigaron tu cuerpo contra el mío. Sólo las palabras que el pensamiento oculta hablaron del amor que no se recibe cuando lo pides, sino cuando te lo entregan; me concediste tu más preciada y delicada prenda.©
30 de noviembre de 2011
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