Fabio Amaya, pintor. |
Inventó la noche en su
ventana, siendo otro espacio repleto de negrura. Bajo
confederaciones de fuego y nómadas geometrías, desovilla la espiral de sus
pensamientos con caligrafía de alto voltaje.
La piel cambiante del
instante se precipita, convirtiéndose en un cono de sombra, más tarde en lumbres
divagantes y en racimos de sílabas dispersas.
Alguien lejano plantó en sus
párpados un bosque de agujas hipnóticas, desde entonces se silenció su voz.
El vacío se estableció en la
boca de su estómago. Cae inexorable al vacío. Cae sin caer. Tiene
las manos frías, pero el espacio se hace y se deshace. Sólo sus pensamientos se
precipitan por su frente ya marchita.
(Sobre un texto de
Octavio Paz)
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