Poco tiempo después, profusas
desgracias ocurrieron en el reino. Los astrólogos explicaban que todo obedecía
a una extraña conjunción de planetas, pero el rey maliciaba que algún
nigromante había desencadenado un terrible maleficio.
El druida pretendió buscar una
solución quemando hierbas, entonando ensalmos y pronunciando conjuros. También
hubo una pitonisa que hacía sortilegios para adivinar la causa de la desgracia…
Pero todo fue inútil: nunca se supo el motivo de la mala racha que asoló el
reino.
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