Tras el sonido de las trompetas el rey se arrodilló pidiendo clemencia y entregó todos sus bienes, pero el perdón no se hizo escuchar, porque el monarca se quedó con todas las estrellas fugaces que cruzaron los corazones de sus infortunados súbditos.©
Era un rey sabio. Se quedaba lo mejor, lo intangible, lo impagable.
ResponderBorrarUn abrazo.