El profesor y crítico literario Betuel Bonilla me mandó un cuestionario sobre la poética del cuento. Aquí van sus preguntas y mis respuestas.
Tal parece que el diez es el número de los cuentistas, al menos si partimos de los decálogos de Quiroga, Onetti y Bolaño. Tal parece que diez puntos son suficientes para razonar sobre el oficio de escribir cuentos. Entonces, nada más pertinente que diez preguntas, formuladas a diez grandes cuentistas, para que en diez renglones nos compartan los secretos de su quehacer, su apreciación sobre el oficio y el género del cuento.
1. El racionalista Platón planteó en Ion, su diálogo de juventud —lo pensó para la poesía—, que en la creación opera algo así como la inspiración, es decir, un argumento claramente romántico. El romántico Poe, por el contrario, en su “Método de la composición”, plantea la tesis de la creación como algo sumamente racional, de puro oficio. ¿Cómo opera esto en tu creación, cómo concilias los dos elementos en el momento en que decides que vas a escribir un cuento?
- Nadie niega que el trabajo, ese “noventa por ciento de transpiración”, es el elemento clave en el proceso de la creación. Pero también es cierto que hay días más fecundos que otros y que a veces un autor escribe cosas extraordinarias que no corresponden a su manera de escribir y de pensar. La única explicación que se me ocurre para explicar estos momentos se llama inspiración. Dejarle este mérito a las musas es cursi, amén de injusto, lo acepto. Pero negar ese misterio o reducirlo todo a cuestión de sinapsis y axones me parece simplista, amén de antirromántico.
2. Aunque el problema de las definiciones tiene siempre sus dificultades, podrías definir, aunque sea de manera provisoria, qué es para ti un cuento.
-Los cuentos deben ser tensos y tener un final (que haya o no un comienzo, es negociable). El buen cuento puede tener frases sin verbo, prescindir de la poesía, de los finales brillantes, de lo que usted quiera, pero no de tensión. Sin ella, el “cuento” es un bodegón, una postal, un fragmento de novela, un merengón literario.
3. Algunos escritores dicen andar libreta en mano a la caza de fragmentos de la realidad que les puedan servir como disparadores para la escritura. Otros afirman que la imagen simplemente llega y ya, está la semilla del cuento. En tu caso ¿cuál es ese momento inicial para la escritura de tus cuentos?
-Bueno, yo no cargo libreta, mi exhibicionismo no ha llegado a esos extremos… A veces el cuento está tirado en la calle y sólo es cuestión de recogerlo. En ocasiones se obra more geometrico: nos decimos: la lotería (o el sexo, o el homicidio, o la sabiduría) es una obsesión universal, y a partir de esa nada inventamos un mundo. El “momento inicial para la escritura” es demasiado serio como para estar improvisando. Por eso le doy vueltas al asunto en la cabeza unos días y sólo cuando tengo un cigoto sólido me atrevo a coger papel y lápiz. Como ves, puros nervios, querido Betuel, otro misterio del oficio.
4. En esa biblioteca de preferencias que todos tenemos, parafraseando a Borges, ¿cuáles son esos diez cuentos memorables que no podemos dejar de leer?
-Continuidad de los parques (Cortázar), Taibel y el demonio (Singer), Tlön, Uqbar, orbis tertius (Borges), La aventura de Tse-i-La (Villiers de L’isle Adam), Necesitaba una historia de amor para contarla (Roberto Rubiano), El rey del Honka monka (Tomás González), La última carta (José Zuleta), A la diestra de Dios Padre (Tomás carrasquilla) Al final del coche cama (Óscar Collazos), Un recuerdo de navidad (Truman Capote), La sangre en el Jardín (Ramón Gómez de la Serna), Enoch Soames (Max Beerbhom), Los ganadores de mañana (Holloway Horn), El brujo postergado (don Juan manuel).
5. He leído en alguna parte que Roberto Arlt no era lo que se dice un buen escritor, incluso, se afirma que escribía mal; sin embargo, qué cuentos los suyos, cómo nos llegan hasta el fondo. ¿Cómo es posible eso? En tu caso ¿en qué te fijas a la hora de juzgar el mérito de un buen cuento?
-Cortázar inventó el término significación para explicar (o explicarse a sí mismo) su amor por los cuentos malos, como los de Arlt y Chejov. Bueno, soy injusto, Arlt no es tan malo como Chejov… pero ¿cuál era la pregunta? Ah, gracias. Hasta la semana pasada pensé que los cuentos de ingenio eran lo máximo. Hoy he entendido que el “cuadrivium” precisión, humanidad, cinismo y tensión es suficiente. Es decir, que cuentos sin ingenio pero cargados de humanidad y buena prosa (por ejemplo Cartas a mamá, de Cortázar) pueden llegar a ser inolvidables.
6. La idea del libro de cuentos “redondo” es casi un espejismo, una ilusión. Leemos en algún libro un buen cuento y de repente, el siguiente, ya no nos gusta tanto. Podrías indicarnos cuáles son esos diez libros de cuentos redondos, en el que ninguna pieza falla.
-Tal vez las antologías que compilaba Hitchcock sean los únicos libros de cuento rigurosamente esféricos. Pero estoy seguro de que los deslices de libros como Borges, Cortazar, Poe, Bashevis Singer, Capote y Steinbeck son imperceptibles, y que sus errores tienden a cero.
7. Un problema con los cuentos es la poca difusión, la poca circulación, como si pareciera que un cuentista no es digno de habitar en el canon literario. ¿A qué crees que de deba esa especie de paternalismo de la novela sobre el cuento?
-No lo sé. Tal vez todo se deba mal gusto de la especie. Un cuento –alguien lo dijo– es una novela depurada de ripios.
8. Podrías plantear, otra vez de manera provisoria, una especie de decálogo personal del género.
-a) el argumento es el protagonista. b) sin tensión no hay cuento. c) los personajes no tienen que estar muy definidos. d) el final puede ser previsible pero no lánguido. e) las soluciones oníricas hieden. f) las sobrenaturales decepcionan. g) los temas edificantes (amistad, ecología, socialismo, etc) son “salaos”. h) en cambio los asuntos viles funcionan divinamente. i) nunca meta 14 personajes en el primer párrafo. j) no imite a los maestros: sus limitaciones quedarán en la más estruendosa evidencia. k) si esto le parece muy complicado, haga novelas: hasta los novelistas pueden.
9. En el momento de la escritura parece existir una especie de pulso con el tema para decidir entre el cuento y la novela. ¿Cómo sabes tú que el tema que tienes entre manos da para un cuento, por ejemplo, y no para una novela?
-Es fácil: con la literatura sólo se puede hacer tres cosas pensar, cantar o contar. Cuando quiero pensar hago ensayos, si tengo una emoción atravesada escribo un poema, y si quiero contar algo echo mano de la narrativa, a saber: si tengo un buen argumento hago un cuento; cuando sólo tengo deudas, escribo novelas.
10. ¿Podrías sugerirnos diez pequeñas ideas para que los jóvenes cuentistas se ejerciten en la escritura de cuentos?
-El encuentro de Bolívar y San Martín; un jugador de póker que se juega la plata de su patrón, ¡y pierde!; por pura broma le propones salir a la más divina del colegio… ¡y acepta!; Pepe, el chico más popular del colegio, empieza a sentir una atracción irresistible por Mauricio, su mejor amigo; mañana es la final del campeonato, tú eres el goleador, un mafioso te manda una suma que te marea para que no la metas; un borracho te regala el argumento del mejor cuento del mundo y se te olvida; anoche descubriste que tu novia es una prepago; sólo tú perdiste el año en la escuela, todos tus amigos se irán para el colegio; el comandante Santos te ordena poner una bomba en la ciudad (tú puedes escoger el punto).
SOBRE EL AUTOR:
JULIO CÉSAR LONDOÑO. Vivo en una pieza de una casa de Palmira. Todas las mañanas viajo hasta el patio, donde construí un estudio junto al palo de chirimoyas. Allí escribo cuentos, ensayos y artículos de prensa. Gozo de cierto prestigio en la cuadra desde que gané el Premio Juan Rulfo en París (1998). Escribo en todos los medios nacionales, y en todos me pagan una miseria por mi trabajo. Por fortuna no saben que me divierto tanto escribiendo que estaría dispuesto a pagarles porque me dejaran hacerlo. Doy gracias a la vida por ser esa cosa exótica, pedante y casi feliz, un hombre de letras.
DESTRUIR UN LIBRO ES UN ATENTADO
ECOLÓGICO CONTRA LA NATURALEZA
MENTAL DEL HOMBRE.
guillercastillo
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