Cuando entré preservada por estrictas medidas de seguridad en aquella sala de espera, produciendo un gran impacto por mi singular belleza y seguida por el vuelo de mi cabello al andar, la gente no pudo evitar hacer comentarios por culpa de las inspiradoras miradas y las palabras atrevidas e insinuantes de los hombres. La irritación de las mujeres no se hizo esperar cuando notaron que mis acompañantes iban de azul camuflado y mis delicadas muñecas estaban atadas por relucientes esposas. Soy Bella, la reclusa del penal municipal. ©
30 de marzo de 2012
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