En la silenciosa mañana de un
sábado, una mirada se asoma por la ventana. Mientras en la calle, unas voces
anticipan un día no muy diferente a los demás de un largo puente festivo. Con ojos
discretos, la mirada va descendiendo y, de repente, deja de ser testigo para
ver con los ojos de su legítimo dueño. Todo está cubierto de silencio, aunque seguido
de leves sonidos cotidianos en las paredes medianeras de la vivienda y que ahora se
confunden con el grujir de un lecho vecino por la lucha incesante de un quejido
contra otro apunto de asfixiarse. Aquellos párpados van bajando ante el paso
de las sombras y el silencio. Poco a poco el silencio y las sombras, caminan hacia el cerebro del sujeto
que con inusitada desesperación, termina siempre en el mismo sueño siendo el fantasma
que se oculta en el lienzo principal de aquella enmohecida casa. ©
22 de marzo de 2014
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