(Léase ritmo, lugar, interacción…)
Descubrió que sus preferencias
en las artes amatorias no sólo obedecían a un instinto en pos de la satisfacción
carnal, sino que la dinámica sexual también le permitía reflejar miedos,
inseguridades, exigencias y necesidades. Expuso, por ejemplo, que la posición del misionero
le permitía ser más propenso a la conexión con su pareja, mientras ella le manifiesta
su fidelidad de una manera mágica y especial más que cualquier otra.
En la siguiente ocasión, adoptó
la perspectiva del perrito porque en ella el sometimiento lo excitaba dentro y
fuera de la cama. Con esta posición nunca volvió a tener temor alguno para entrar
en contacto con su lado más animal. Por su parte, su mujer puede aparentar ser
reservada, tranquila y seria en el mundo exterior, pero cuando no lleva ropa
puesta, le da rienda suelta a los impulsos más atrevidos e insospechados entre
los que conocen.
Posteriormente, se dio cuenta
que la postura de la cucharita le permitía ser más comprometido con quien ama. Además,
la cercanía y la ternura de esta figura, el cuerpo de su amada le dice lo
importante que es él en su vida al transmitirle toda la calidez humana como pareja.
Para variar, adoptó la postura
del vaquero porque con esa posición su cuerpo lograba exteriorizar su odio por
los compromisos y los esfuerzos que no tengan que ver directamente con él.
Además, porque le encanta que su mujer tenga la firme convicción de pelear por
lo que quiere y de no tener que pedir permiso para hacer las cosas, sin importarle
el qué dirán. Cabe advertir que como hombre
no le agradan las cosas fáciles y le gusta tener en la mira todo lo que ocurre
a su alrededor; es decir, la manipulación de lo que sucede.
Con la postura de
pie aprendió a no dejarse imponer la voluntad de otros. Por medio de ella, demuestra
de qué está hecho y a qué ritmo le gusta hacer las cosas, porque todo encuentro es
cuestión de táctica, así la iniciativa no sea la suya.©Guillermo Castillo.
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