![]() |
Henry González Torres. Ilustrador |
Mi gato siendo un animal de
compañía, es una contradicción por la naturaleza al preferir a ciertos
individuos que a otros congéneres suyos. Mi gato, cuando hace sus
desplazamientos es porque algo le llama la atención y lo pone en estado de
alerta. Cuando esto sucede, su espalda se tensiona al colocarse en paralelo con
el suelo. Entonces a medida que su tensión va en aumento, su cuerpo sufre notables
espasmos.
Mi mascota inicia aquel ritual,
dando varias vueltas alrededor de la jaula donde permanece su víctima. Se tumba
en el suelo mientras la felpuda cabeza gana altitud para aumentar el campo de
visión. Entre tanto, la cola se aproxima y se aleja con un leve movimiento en
la punta y las patas traseras dobladas indican que en cualquier
momento iniciará su arremetida. Todo está calculado para atacar ante un nuevo estímulo.
Por mi parte, me he puesto a
salvo. Todo mi cuerpo descansa sobre las puntas de mis pies apenas
visibles. Mis músculos tensos, están petrificados por el miedo
que van in crescendo hasta manifestar
evidentes temblores, aun así, mi cuerpo se redondea dentro de la hermética jaula.
Aunque a mí gato no le gustan
los enfrentamientos directos, prefiere evitarlos. Sin embargo, hoy ha decidido que no tengo
escape y se prepara enseñándome sus 18 garras. Todo un
arsenal.
Vistos los dos, la postura
corporal del gato es totalmente contraria a la mía. Mi gato, ante mis desmesurados ojos, es más grande de lo que realmente es. Sus
patas se han estirado más de lo calculado para permitirse arquear el lomo y ser
mucho más alto de lo que soy. El pelo, erizado, contribuye a esta sensación, a
pesar de mostrarse de perfil como un gesto de engañosa sumisión.
Sé que todo en el gato está
pensado para poder realizar su actividad favorita, la caza. Por eso me mira con
sus ojos apenas visibles entre las sombras. Mueve de un lado a otro la cabeza,
calcula con más certeza la distancia del salto necesario para abatirme como la presa
que soy.
Su cuerpo se tensa y sus pupilas
se dilatan. Cuando lo tenga todo claro, saltará sobre mí, su presa. Con sus
dientes me dejará inmóvil de un solo mordisco. Estoy enjaulado y sé que terminaré como insecto en la telaraña de mi propia pesadilla como la única forma de mi lucidez. ©Guillermo Castillo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario