La tertulia |
La
mujer negra lleva sobre su cabeza un manojo de gladiolos envueltos en una hoja
de periódico, y entre sus brazos flácidos, sostiene varias camisas recién
planchadas por ella. Sus muslos la hacen
contonearse mientras avanza zigzagueando por la empedrada calle. Nadie
sabe por qué a esa hora, por la polvorienta vía también pasan los latidos
confusos de su sangre y su pulso repetido entre el vestido de chambray.
No se volvió a saber de ella, porque los escritores de aquella vieja
escuela literaria, tenían por costumbre escribir en bares y cafetines para
después leer y romper.
©Guillermo A. Castillo.
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