Se había sentado sobre mis rodillas,
yo había deslizado mi mano bajo su túnica
y con voz indiferente
hablaba de los rebaños,
de la habilidad de los perros,
de los pastos.
Sus piernas eran lisas y firmes.
Al fin me pareció advertir
que la acariciaba…
Hay una serpiente bajo mi vestido, dijo entonces riendo.
Justamente, le contesté, la estoy buscando.
Autor árabe anónimo.
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