El viejo estaba colgado,
llevaba allí la eternidad de un instante ante los ojos atónitos
de la recién llegada. El niño, impaciente, va a su encuentro y tras haber juzgado
que algo faltaba para terminar el juego, pregunta a su mamá que si puede
hamacar al abuelo.
–No, hijo, primero he de saber quién
lo ahorcó. ©
Wow..!! cruel..! pero refleja la magnitud de la inocencia del niño. Saludos!
ResponderBorrarMuy bueno, la eternidad del instante, haciendo de las suyas con los ojos de un niño.
ResponderBorrarUn abrazo.
Hola Guillermo, gracias por seguir mi blog, lo poco que aun he visto del tuyo me ha encantado, asi que con tu permiso te he enlazado desde el mio para estar al dia. Un saludo.
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