Sidney Harold Meteyar |
Eros por ser una fuerza
inquieta y siempre insatisfecha, inflamó a los hombres con la llama del amor. Desde
entonces, los mortales no conocen el descanso al imponerles más trabajo a sus
cuerpos. Son cada vez más sedientos y más deseosos hasta perder el control. Los mortales obedecen a sus instintos para que el imperio del placer los consienta
por siempre.©
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