José de la Concordia leía con relativa
ignorancia sobre el “Objeto del conocimiento” en un afán tardío por tan agudo
tema. En aquel discurrir entre las líneas escritas, se dio cuenta que la
geometría axiológica de los helenos, era un modelo de razonamiento y un método
para plantear los problemas de la naturaleza del mundo y la sociedad, asociados
al saber como punto de partida. Pasaban las horas y el tema se le antojaba cada
vez más apasionando. De forma puntual subrayaba las partes claves del denso
texto, sacaba murmurantes conclusiones y escribía en su libreta de frases
célebres cuanto modificaba significativamente su antediluviano pensamiento.
Avanzaba, cual indefenso mortal por aquellas explanadas tupidas de nombres,
citas, constructos mentales, metonimias conceptuales, entre diferentes clases
de conceptos, categorías e innumerables ejemplos capaces de hacerle delimitar un
saber que le permitía precisarlo y reconstruirlo cada vez más.
Como la naturaleza, en momentos de máxima
tensión se sabe pronunciar mandando ciertos avisos somáticos, José de la Concordia
sintió secársele la garganta, razón por la cual, comenzó a deglutir con cierta
dificultad cada conclusión ineludible para su
saber hacer en ciernes. Así que se incorporó del tallador mueble en que
se encontraba sentado y fue en busca del pagado líquido. Cuando se dirigía con
cierta rapidez hacia la cocina, vio a su mujer venir a su encuentro con un
cuchillo en la mano, y sin mediar, un jugoso conjunto de imprecaciones e
implicaciones se fueron contra José de la Concordia obligándolo a hacer una
reelaboración minuciosa y apropiada del significado de los elementos
lingüísticos proferidas por la energúmena señora. Primero, hizo una relación de
las estructuras conceptuales subyacentes en las que se basaba la mujer, para después,
situarlas en un contexto mínimo de imprescindible comprensión. Así fue como
pudo entender que con aquel constructo mental, ella le gritaba virtualmente: “Decile
a la perra esa con que te acostás, que no te deje la marquilla de los bóxer
cuadriculados que usa, adherida a tus sucios calzoncillos”. Tal proclama era un
claro ejemplo chomskiano que revelaba la esencia del lenguaje, siendo muestra
categórica de la capacidad humana de combinar una serie de elementos finitos, convertido
en un mensaje lingüístico situado en el contexto de las acusaciones y servir
como marco subyacente de la infidelidad.
José de la Concordia, en una reflexión
consciente, jamás había contemplado un registro de desesperación contenido en
un rictus humano tan desgarrador. Pero un
brusco movimiento suyo, hizo que retornara a la realidad, al ver a su mujer portando
un cuchillo de cocina con el que atomiza hiervas y vegetales, pero que de
manera temeraria utiliza en tan ruin e incoherente acusación metafórica de letal
veneno.
El hombre, después de concienzuda observación,
infirió que en aquellas expresiones metafóricas se encontraban datos que no pertenecían
a ninguno de sus dominios actuales, no obstante, fueran la causa de ganada
desconfianza, en la histérica dueña de casa que tiene por mujer. ©
Esperemos que engrane con la realidad y se dé cuenta que una cuchillada puede alcanzar extremos que rebasan lo metafórico.
ResponderBorrarLa foto es maravillosa.
Ojalá otro día nos muestres a la dama completa.
Carlos usted lo ha dicho.En cuanto a la dama,ya somos dos mortales que caímos en su embrujo, así se trate de una parte.
ResponderBorrar“Decile a la perra esa con que te acostás, que no te deje la marquilla de los bóxer cuadriculados que usa adherida a tus sucios calzoncillos”.
ResponderBorrarMe pareció de una sordidez casi mágica.
Cosas que pasan, que los seres humanos pensamos con los sentidos.
Un abrazo.
Definitivo estimada Albada, tú si tienes "el palito" para llamar las cosas por su nombre.
ResponderBorrarGracias por el comentario. Un abrazo.
Muy bueno tu escrito, me ha encantado...
ResponderBorrarBesos, es un placer.