Todo este silencio me aturde
Chico Buarque
Amó con intensidad como si fuera un verbo de
tiempo. Besó a su mujer hasta que ella tembló entre sus brazos y a cada hijo
suyo como su único universo. Atravesó la calle con pasos temerosos; llegó al trabajo
y como máquina avarienta, elevó cuatro endebles parapetos. Se sentó a descansar
como si fuese un festivo; merendó un duro pan con queso bajo el chispeante sol
de junio. Bebió y sollozó con inconfundible desespero náufrago. Bailó con
falsos zapatos de cuero y estalló de risa al son de una armonía pasada de moda.
Se vio cerca del cielo dando pasos dipsómanos y emergió cual si fuese un pájaro
venido de un cercano estanque hasta estrellarse contra el asfalto. Agonizó convertido
en una flácida masa en medio de la sucia calle, murió con el pelo hecho un
arabesco, salió en los periódicos de frente y de perfil creando habitual
confusión.
Su mujer, mientras se come una naranja por pedazos, espera verlo doblar la esquina. La radio casi revienta, ya son las
tres. Es hora de bailar escondidos un vals, si fueran unos novios virginales. Con la puerta abierta de su pequeño cuarto de alquiler, escribió esta calcada historia
que reventó contra su pecho, cambiando la noche y revelándose el día. ©
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