Cuando la tripulación del Apolo 11 pisó la
superficie lunar al sur del mar de la Tranquilidad; Michael Collins a cargo del
"Columbia", permanece a la espera sobrevolando el satélite. Por su
condición de piloto, es uno de los pocos humanos que no puede observar lo que
sucede allá abajo. Entre tanto, Armstrong, un piloto ambicioso, aun temblando
de la emoción de poner el pie por primera vez en la Luna, le dice a Aldrin que
está harto de que Collins esté siempre ocioso, sin hacer otra cosa diferente a
pilotear la nave.
-Debemos apoderarnos de la nave –Dice el
comandante de la misión.
-¿Y cómo lo haremos? –le pregunta Aldrin,
apoyando a su jefe.
- Ya pensaré en algo para hacerlo bajar, no
te preocupes.
-Oye, Collins, ¿te sientes muy solo cruzando
la Luna? Cierro.
-Es una soledad atareada, nada más. Cierro.
-Deberías pensar en algo mejor, como
acercarte un poco más y disfrutar del paisaje lunar. Cierro.
-La soledad también puede ser un pasatiempo.
Cierro.
-Como gustes. No sabes de lo que te pierdes.
Cierro.
-No
importa, no importa. Estoy igualmente contento.
Cierro.
-Solo te digo que estas dos piedras que encontré,
podrían cambiar el curso de esta misión. Cierro.
-¡Mamá, mamá… Ven rápido, mi abuelito comenzó
a tirar piedras en el vecindario por culpa de su demencia senil! ©
Yo me quedo con esa imagen de tirar piedras, terrícolas, imaginando un juego lunar.
ResponderBorrarUn saludo.
Yo, en cambio, me quedo con sus amables comentarios.
ResponderBorrarUn abrazo amigo va hacia ustedes.
Olá, Guiller, estive aqui e gostei de seu blog.
ResponderBorrarGrande abraço!
Hola, Shirley: Muchas gracias por deternete lo que dura un instante en este tu blog.
ResponderBorrarUn abrazo amigo.
Precioso pequeño cuento, Guiller. Un saludo.
ResponderBorrar