Unas gotas. Caen unas gotas de cristal en mi ventana. Llueve. Oigo que caen sobre los charcos ya desbordados. Tengo un nuevo libro, y uno, quizás dos recuerdos de mi padre
en mi cabeza en un intento por trocar mis horas de hastío. Los diligentes
empleados de la compañía prestadora de energía cortaron la luz y está
oscureciendo. Sigo leyendo al lado de mi ventana, escucho caer las gotas de
lluvia. Estoy a punto de cerrar el libro; he llegado a las últimas páginas
mientras cae la noche. En cada línea escrita mis ojos se abren bajo el fulgor del
final. Ya deben ser las seis. Seguro ya son las seis, alguien llama a la
puerta; cada vez más fuerte golpean, resoplan, me llaman. La lectura parece interrumpirse.
Trato de volver a la mejor parte del libro. Es mi última página. Vienen por la cuota
acordada por la compra del libro. Eso es. Seguro que vienen a cobrarme el libro
El olvido que seremos. ©
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Hay libros que no se pueden acabar, por si en ello nos va la vida.
ResponderBorrarBuen relato de la angustia ante el final, cualquier final...
Un abrazo
Sí, Albada, es la angustia existencial ante cualquier final.
ResponderBorrarOtro abrazo para ti.