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Espera encerrado en el silencio
de su casa de ventanas polvorientas. Sentado, con los hombros caídos y tensos.
Los brazos apenas le sirven de sostén.
«Olvidé que es tener tranquilidad»,
—pensó, mientras suspiraba— «Todo intento fue inútil» —se reprochó.
Se esfuerza por recuperar la
calma. Recuerda que un guía espiritual de televisión, le recomendó escribir las
cosas buenas en una hoja de papel escarlata.
La intranquilidad vuelve a apoderarse
de él.
Llaman a la puerta.
Mira a través de la cortina.
Su pulso lo precipita a abrir.
Escucha una voz áspera:
—¡Su extracto bancario! ©GuillermoCastillo.
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