Guillermo A. Castillo |
Horas después se acuestan, cada
una por su lado. Primero se sientan, colocan las manos sobre el colchón y se
dejan caer suavemente de lado. Luego, suben los pies y los semi doblan. Ante la incomodidad inicial empiezan a carraspear, pero es inútil porque tan pronto se acuestan ya estoy dormido. Por algunas cosas propias de mi condición, miro en medio de la oscuridad. Algo no me deja ronronear. Es
la desproporción de nuestros humores, unas veces dulzones, otras veces rancios, o en el peor de los casos, letales. Todo depende de dónde me coja gravitando el sueño, si
al lado de la joven o al lado de la vieja o entre las dos.
©Guillermo A. Castillo.
Como la mayor parte de las cosas de la vida, todo depende del punto de vista...
ResponderBorrarSaludos,
J.
En efecto, la verdad sigue siendo verdad, aun cuando sólo se la reconozca y se defienda desde el estrecho punto de vista del interés propio.
ResponderBorrarSaludos, José.
Meterse entre dos durmientes tiene ese inconveniente, amigo, sean vieja y joven, sea hombre y mujer, sea ángel y diablo :-). Me ha encantado ese ponerse en la piel del minino. Sólo le faltó ronronear.
ResponderBorrarUn abrazo
Como tener las claves para editar equivale a tener licencia para cambiar lo que escribe, acato tu sugerencia e inserto el ronronear que consideras pertinente.
ResponderBorrarGracias, amiga mía. Un abrazo.