Cafetería.
Quinto día del paro nacional. Dos hombres. Afuera hace sol.
—El hombre siempre empieza a
cuestionar, a decir por qué esto es más importante que esto otro, o qué pasa
con esto y no con aquello. Entonces al final, vos mismo te respondes y terminas
diciendo qué eso es muy importante te decís ‘don güevas, cómo no trabajaste en
esto, cómo no pensaste en eso, porque no hice lo otro’, entonces, es un esquema
que es demasiado tenso porque es muy difícil de desarrollar. Yo le decía a la Galíndez,
las cosas que yo he aprendido… a la larga no son nada de nada. ¿Si ve hermano?
La vez que fui a donde vivía el
man me hizo una pregunta, que en ese momento era para mí una pregunta güevona,
porque se supone que yo soy el experto y trabajo mucho en el tema, entonces vos
ya sabés todos los puntos de vista y preceptos teóricos. Pero qué va, ese man
me dejó grave.
Cuando vos empezás a ver que no
sabés todo, y empiezan esas preguntas obvias que uno dice "Ay
marica", y le dice a uno, "Es muy importante", y uno dice que sí,
que está de acuerdo; Y que cuándo lo vas a hacer", y uno por dentro
pensando en qué me metí.
Que no salga pues de acá, pero
cuando a uno le pasa eso, seguro que quedas como un güevón. El tipo es muy bota
corriente, le gasta neuronas a ese man de Zuleta, también a Nietzsche y otros
que muestra con orgullo porque a todos ellos los llama sus dioses tutelares… En
fin, es decir, el tipo es muy estudioso. Él te sabe hablar para llegar a las
cosas. Yo digo, un grado de brillantez como el de este man es muy escaso. Uno
se siente delante del hombre y queda como una güeva porque uno no tiene su
misma erudición. Erudición que el lamenta que no tengan los demás.
Yo te aseguro que te lo
presento y hablas con él en una reunión, o en una cafetería, porque invitarlo a
comer a la casa es perdido o es ponerlo en un apuro porque el tipo es muy
penoso y por causa de esa timidez que parece no tener, vos vas a decír
"¡Qué malparido… cómo sabe". Un man como ese no hay muchos.
—¿Por qué te la llevas tan bien
con él?
—Hombre, la verdad es que el tipo
a mí me cae bien, la sencillez es su carta de presentación, no son sus títulos
obtenidos ni por obtener, sino que el tipo, es decir, cuando vos sos muy conversador
no hay tema que se te escape. Yo soy de una personalidad diferente a la de ese
man, vos sabes, ¡yo hablo poco, pero pongo un cuidado! Yo no hablo por hablar,
me molestan los charlatanes y los fanfarrones; pero tengo mi cuento, no al
revés ese tipo tiene su cuento. Pero él sabe que yo soy capaz de decirle lo que
no me parece… Y eso lo llaman la urdimbre de la vida cotidiana, porque ordena
nuestros actos y gestos.
Yo digo las realidades que son
y no lo que algunos manes quieren oír, a mí me parece muy barro eso, y es que
todo lo hacen pa’ ver cómo lo hacés, o como lo decís para caerte con una sarta
de sabiduría propia, de salón, y no del trabajo con las ideas. No qué tan
importante es y por qué hacerlo. Pero con él es diferente, Que si no se hace
bien, hay que mirar por qué y corregir, con cosas como esas le salen al man a
uno. Él solo tiene palabras, palabras de uso cotidiano y masivo, ellas son su
herramienta y solo a través de ellas puede comunicarte sensaciones de
complejidad y trascendencia.
—Pero vení, paguemos miti y
miti, estuvo muy bueno el cafecito con leche.
Increíblemente lindo el post. Esos tipos de personas que uno no llevaría a casa ni de broma, pero que en dosis de cafecitos son casi enciclopedia con patas.
ResponderBorrarMuy lindo, mucho, este texto. Un abrazo desde España
Según el británico Clive Stapes Lewis Cualquier necio puede escribir en lenguaje erudito. La verdadera prueba es el lenguaje corriente. Sobre eso quisimos que versara este post.
BorrarUn abrazo para ti desde Colombia.