La semana se le parecía al lunes.
Sin estimulación alguna para enfrentar la rutina propia y la de una ciudad en
donde todas las esquinas tienen la marca del desasosiego. Jamás hizo parte del
imaginario colectivo que relaciona Semana Mayor con la expiación de los
pecados. Prefería concentrarse en la idea de la resurrección, en el sentido de
que males como la corrupción, la violencia y la vanidad extrema, que amenazan
mortalmente a este país, tienen salvación. Dos velas blancas durante toda la noche
le alumbraron, una por cada bala perdida que recibió en la cabeza mientras
meditaba. ©
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Durísimo texto, que envuelves en bellas palabras.
ResponderBorrarCon la bala entre las nubes de un cerebro perdido, todo era posible. Hasta morir.
Un abrazo.